Llevo todo el día jugando. Sí, en eso no soy distinto a cualquiera que lea estas líneas. Juego. Me gusta hacerlo, aunque me paguen por ello. Nací con un mando en la mano y en esa línea han ido los primeros 30 años de mi vida. He vivido mil y un eventos por todo lo ancho y largo del mundo y sigo amando los videojuegos tanto como el primer día, sorprendiéndome con cada nuevo título que descubro como si fuera aquella presentación de Club Football Real Madrid hace ya más de 10 años. ¿Y porqué os cuento este rollo? Primero por si no sabíais quien soy, aunque también porque viene muy al caso de lo que os voy a hablar... De todo lo que hay detrás de un análisis que no es el análisis.
En estos momentos estoy jugando a uno de esos megajuegazos del copón (o eso venden las distribuidoras que al final son quien ponen esas etiquetas). Por desgracia no os puedo decir el título y la plataforma, aunque no es muy difícil adivinarlo estos días. La razón que explica esto es la primera parada de nuestro intra-viaje por los análisis: los embargos. Esta es la primera de las maldiciones del mundo de los videojuegos, las restricciones a la hora de hablar de 'eso-que-tienes-antes-que-nadie'. Viaje a guachilandia, pero no puedes decir que estás allí o lo que vas a ver. O sí puedes decir lo que vas a ver, pero sacar una foto en el estudio da Sida. O mejor, puedes verlo y hablar de ello porque nada más salir del estudio toca escribir como un becerro para dar buena cuenta del asunto. Da igual que sean las tres de la mañana. Quizás en Estados Unidos sea hora punta y a ellos, que son los que mandan, les viene mejor. Pues toca apechugar... Y eso cuando no empiezan a bailar las horas de la restricción y un día tranquilo se convierte en una carrera contrarreloj porque la compañía haya decidido que porque sí se acaba el embargo. Lo dicho una delicia.
Otro aspecto que me 'encanta' de analizar grandes juegos (véase el uso de las comillas) son las presiones por parte de la compañía de turno. No es el caso del título que actualmente da vueltas dentro de mi consola, que quede claro, pero es común que el representante de la marca trate de orientar la opinión de los analistas. No me refiero a que repartan Doritos o maletines, eso nunca ha pasado, sino al hecho de buscar el continuo contacto. Por ejemplo, son habituales los viajes de análisis para poder jugar a un juego antes de su lanzamiento en condiciones cerradas. De esta forma matan dos pájaros de un tiro, porque evitan la piratería y además pueden tratar de limar las opiniones ásperas de algunos redactores. Cuando esto no es posible, lo tienen más difícil, pero es su deber (ojocuidao, que simplemente están haciendo su trabajo, que no son el mal) seguir intentándolo. ¡Dejenme-jugar-como-quiera-leñe!
Esto me lleva al siguiente aspecto que diferencia cuando estoy jugando por placer a cuando lo hago por trabajo: el nivel de auto-exigencia. Cuando juego por placer me centro en divertirme y hago lo que me gusta. Y punto. Por ejemplo cuando juego a Call of Duty (uno de mis vicios inconfesables más confesado) unicamente pruebo el multijugador y Duelo por equipos. Si se tratara de un análisis debería restar horas en este modo para repartirlas entre el resto de opciones online y la campaña, buscando ver todo lo posible en el tiempo extra limitado que se suele tener para estas cosas. Ese es el siguiente punto, que acaba poniendo la guinda al cóctel: el tiempo ultra limitado que se tiene desde que se recibe el juego hasta que se publica. En ocasiones hablamos de menos de 24 horas para títulos de rol densos y largos o, con suerte, un fin de semana para el sandbox eterno de turno. Una verdadera gozada que acaba con prisas y sin haber podido disfrutar de la experiencia.
Y es que todos estos ingredientes acaban generando un cierto reconcome en el analista de turno (en este caso yo) de "he visto todo pero no he visto nada" con el ingrediente extra de la presión por parte de fuera... Y eso sin olvidarnos de gustos personales o la presión de tener que lanzar un análisis sin ningún tipo de red, cuando salen todos los textos del mundo al mismo tiempo. En ocasiones es difícil afinar para ser justo con un título. ¿Me gusta porque a mi me gusta o me gusta porque es bueno? Lidiar con todos elementos es al final lo que distingue al buen analista del simple fanboy. Y ya no estoy entrando a hablar de aquello de 'saber juntar palabras', cosa que tampoco acaba resultando tan fácil como parece (y no todo el mundo vale para ello).
En resumidas cuentas, que analizar juegos puede parecer tarea fácil, pero los elementos en juego son muchos. Está claro que es muchísimo mejor que picar en la mina (con todos los respetos a los mineros), pero tampoco es jauja... Que está horriblemente pagado y la presión es constante y muy elevada.
Y ya paro de daros la vara con el tema, que con la tontería me he puesto bastante pesado. Por eso os traslado una pregunta ¿De qué queréis que hable en mi próxima columna? ¡Sugerir es gratis!