Si hay una saga que los aficionados al rol veneran es The Elder Scrolls. Con su última entrega, Skyrim, consiguieron crear una de las experiencias más completas de toda la generación, siendo por derecho propio uno de los juegos mejor puntuados de accesoXbox y mejor valorados por toda la comunidad.
Por si fuera poco, Bethesda está mimando al detalle a Xbox 360, ofreciendo contenidos temporalmente exclusivos y en primicia en la consola de Microsoft, que amplían de forma magistral el ya de por sí vasto mundo de Skyrim. Tras centrarse en el mundo vampírico en Dawnguard, y emular a Los Sims en Hearthfire, llega la hora de cumplir uno de los sueños de todo fan del juego, sobrevolar el mundo a lomos de un dragón. Bienvenidos a Dragonborn.
Regreso a Morrowind
Aunque el mayor reclamo de esta expansión era el cacareado manejo de dragones, existe un reclamo aún mayor para los más veteranos de la franquicia que disfrutaron de la tercera -y mejor para muchos- entrega de la saga. Este reclamo es precisamente que Dragonborn transcurre íntegramente en Morrowind, más concretamente en la isla de Solstheim, que aparecía en la expansión Bloodmoon de The Elder Scrolls III.
Es por ello que este complemento sirve además de ‘remake’ de aquella isla, y nos viene de perlas para conocer cómo ha pasado el tiempo en la zona y las consecuencias de los hechos acontecidos tras Oblivion.
A nivel argumental, esta expansión se integra en el juego original y se vuelve accesible durante el primer par de horas, en cuanto hayamos conocido a los Barbas Grises. Será entonces cuando comencemos a escuchar rumores sobre un tal Sacerdote Dragón que quiere adueñarse de una isla que una vez fue suya. Bastará con acercarse al muelle de Ventalia para conseguir un barco que nos traslade a la nueva zona.
Una vez allí, notaremos al instante el cambio estético y visual, ya que las tierras de Morrowind son más ariscas y desérticas que las de Skyrim, más montañosas y frondosas. La arquitectura es muy diferente en esta isla, con una fuerte presencia de elfos oscuros y pequeños puestos reducidos de Imperiales. Pero a pesar de ser una isla encontraremos una gran variedad de escenarios, tales como bosques, cuevas, desiertos arduos y montañas nevadas, todo ello con un marcado objetivo nostálgico para quienes jugaron a Morrowind.
Como expansión ofrece una buena trama principal, pero también un buen surtido de secundarias y una ampliación considerable de objetos. Su duración será más que considerable, ya que abarcar todo lo que ofrece el nuevo mapeado -una décima parte del mapeado original, algo nada despreciable- puede suponer una media de 20 horas.
Un buen elenco de objetos nuevos y enemigos autóctonos
Al trasladarnos a las nuevas tierras de Morrowind, encontraremos una buena cantidad de ingredientes nuevos. Las nuevas tipologías de plantas o especies aportarán recetas novedosas, así como nuevos objetos a crear mediante la herrería o la alquimia. Eso sí, no será muy práctico utilizar los nuevos objetos fuera de la isla, ya que la mayoría aportan beneficios contra enemigos exclusivos de Dragonborn, y pueden resultar inútiles en las tierras de Skyrim.
Como no, la expansión aporta una buena dosis de lectura al incluir cientos de libros nuevos para indagar más en la historia de la isla o adquirir nuevas habilidades. De nuevo, todos ellos traducidos a un perfecto castellano para que pasemos horas culturizándonos sobre la historia del mundo de Elder Scrolls.
Respecto a los enemigos, al tratarse de una especie de ‘remake’ de la isla aprovecharemos para reencontrarnos con viejos conocidos, como los Lurkers o los Netchs, aquellas medusas flotantes. Es por ello que la sensación de estar en un lugar diferente de Skyrim se acentúa al encontrarnos una variedad más que digna de criaturas nuevas a temer. Como comentábamos, el amplio surtido de armas y armaduras nuevas se centraran en repeler y contrarrestar varios factores de estos nuevos enemigos, de ahí que se vuelvan semi-inservibles al sacarlas de este hábitat. Evidentemente también podremos optar a conseguir objetos legendarios que sí sean realmente poderosos vayamos donde vayamos, faltaría más.
Al abanico de nuevas criaturas se unen los ya omnipresentes dragones, mejor texturizados que nunca, con nuevos gritos que enseñarnos y más protagonistas si cabe, ya que la interacción con ellos irá mucho más allá que lo vivido en la aventura original.
Cómo entrenar a tu dragón
Es algo que los fans pedían a gritos -nunca mejor dicho-, ya que la desilusión de omitir el uso de dragones en el juego base dio paso a la esperanza de que se desarrollara en alguna futura expansión.
Y así es, una de las mayores virtudes de Dragonborn será entrenar y domesticar a nuestro propio dragón. Pero no penséis que será tarea fácil, ni que será posible durante las primeras horas de la expansión, ya que llegar a dominar a una de estas bestias será un arduo camino. Tras una serie de misiones y encargos varios, y más de una sorpresa gracias al enemigo de la función, el Sacerdote Dragón, conseguiremos al fin subirnos a los lomos de un dragón.
Eso sí, defrauda en cierto sentido la fuerte ‘automatización’ de los viajes aéreos. Es decir, no penséis que vamos a poder movernos cual Panzer Dragoon por los cielos, sino que la experiencia se limita a poder viajar de forma rápida entre un sitio u otro, y algún que otro momento espectacular durante misiones específicas. Era en parte de esperar dado lo complicado que sería implementar un movimiento realista al frente de un dragón con toda la base del juego programada, y tratándose de una expansión al fin y al cabo.
En este sentido, es más divertida la parte en la que entrenamos al dragón y nos relacionamos con él, que la propia navegación aérea en sí.